Quien no haya pasado uno puede considerarse afortunado.
Los demás, unos más y otros menos, alguna vez los hemos sufrido; sabemos que NO debemos pasar por alto esos leves indicios que presagian su llegada. Quien pueda que salga corriendo, si no esta en un "pais lento", o se arriesga a “..qué le corten la cabeza!!!”
Aparecen sin llamar, en ocasiones suelen ser recurrentes como lesiones recidivantes, y cuando menos los esperas más molestias o incordios causan.
Algunos los comparan, y relacionan, con el AMOR. Con esos amores que nadie busca, pero que aparecen; que no tienen sentido, pero nos hacen volver a sentir. Que nadie los invita, pero nos sugieren y reaparecen. Yo no lo creo, unos son más francos y siempre se calman con rhodogil.
Nuestra vida se programa sin ellos pero, tercos e ignorantes de nuestros planes, firmes en su voluntad; nos desafían y se presentan sin invitación previa.
Da igual la hora, el día de la semana, tal vez existan correlaciones nacionales o partidistas, de sexo o edad; lo único rigurosamente cierto es que su simple “in-bocacion” nos hace sentir donde antes nada sentíamos o no ya apenas recordábamos.
Mucho se ha escrito sobre los "amores de verano", casi –antes o después- todos hemos conocido alguno; pero casi nadie habla de los dolores de muelas en verano. “Haberlos haylos”, y sino consulten con el farmacéutico.
Lo único que ambos tienen en común es que cuando la sintomatología desaparece nos invade la tranquilidad y llega la paz.Al fin y al cabo son dolorosos como todo amor. Tal vez la suerte es que el otoño esta más cerca.
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